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TORREON. ASONADA EN EL CAMPO MILITAR. 3 DE OCTUBRE DE 1927.
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TORREON. ASONADA EN EL CAMPO MILITAR. 3 DE OCTUBRE DE 1927.
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AUTOR: GILDARDO CONTRERAS PALACIOS.
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El 3 de octubre de 1927, tuvo lugar en el Cuartel Militar de Torreón, una asonada en contra del Gobierno Federal, al grito de ¡Viva Arnulfo R. Gómez! ¡Viva, Francisco R. Serrano! ¡mueran los “zafados”!. Aquel movimiento alcista, era comandado por el Teniente Coronel del 16 Regimiento de Infantería, Augusto Manzanilla, quien había substituido en el mando de dicho cuerpo armado a su antiguo jefe Agapito Lastra, por supuesta infidencia en contra del gobierno de P. E. Calles, acción y detención llevadas a cabo en el puerto de Veracruz, en donde estaba a cargo de su guarnición. Existen otras versiones escritas que dicen que el general Lastra, era el que encabezaba el 16 Regimiento cuando fue violentamente enviado a Torreón y el que dirigió personalmente la asonada. En ese año de 1927, el 16 Regimiento de Infantería al mando del General Agapito Lastra se encontraba de vigilancia en el puerto de Veracruz, Ver., y sobre dicho cuerpo armado había el rumor general de que se iba a levantar en armas en contra del gobierno de P. Elías Calles, al grito de vivas a Gómez y a Serrano. Las noticias llegaron a la capital, y las autoridades ordenaron la captura y aprehensión de Lastra, quien a principios de septiembre de1927, fue enviado a la prisión militar de Santiago Tlatelolco, en donde quedó preso.
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Aquel presunto alzamiento de Lastra y Manzanilla en Veracruz, se debió a que apoyaban las candidaturas de los Generales Arnulfo R. Gómez y Francisco R. Serrano a la Presidencia de la República como contrincantes de Álvaro Obregón, quien ya había sido presidente en el período de 1920-24 y trataba de reelegirse, para substituir a Plutarco Elías Calles, quien terminaría su mandato en 1928. Ambos personajes eran postulados por el partido Anti Reeleccionista y tomaron la divisa ondeada por Madero “Sufragio Efectivo y no Reelección” y no actuaban en forma conjunta, sino que cada uno lo hacía en forma independiente. Aun y cuando la reelección, no estaba permitida por la Constitución, aquel militar metido a político, como lo era Obregón, en forma premeditada y a través de algunos diputados encabezados por Gonzalo N. Santos, presentaron en octubre de 1926, una iniciativa en la Cámara de Diputados para reformar el art. 82 constitucional y permitir la reelección. La iniciativa fue aprobada dos días después.
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Muchos de los antiguos militares, que lucharon por aquel postulado del “Sufragio Efectivo…” se sintieron traicionados por sus antiguos jefes, y no estaba de acuerdo con aquella reforma, entre ellos estaban Serrano y Gómez, quienes eran destacados generales sonorenses, dentro del ejército federal. Francisco R. Serrano, era el más viable candidato para suceder a Calles en su gobierno que terminaría en 1928. A Serrano se le había casi preparado y fogueado para ocupar dicho cargo, después de haber tenido una carrera ascendente a partir de haber formado parte del ejército de Obregón en 1912. Fue jefe de su Estado Mayor en 1914, Secretario de Guerra y Marina en 1922, Diputado Federal en 1926. En ese año de 1926, Calle lo quiso nombrar Secretario de Gobernación, pero Serrano no acepto por la grave crisis religiosa surgida a raíz de la Ley Calles, que tenía sumida al País en una guerra religiosa, Ley de la cual Serrano no estaba muy de acuerdo, pero sí aceptó ser Jefe del Gobierno del Distrito Federal. No había duda de que Serrano era el candidato natural de Obregón y Calles para continuar con la secuencia de mandatarios sonorenses.
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A principios de 1927, existía el rumor general de que la candidatura de Serrano a la Presidencia de la República era inminente y en junio de ese año, renunció al Gobierno del D.F. y le comunicó a Calles su deseo para contender por la Presidencia de la República; Calles le aconsejó que fuese a Sonora a comunicárselo a Obregón, así lo hizo, se entrevistó con su antiguo jefe, no llegaron a ningún acuerdo y Serrano, se despidió de Obregón: “Bueno General, ya sabe que va a ser una lucha entre caballeros”, a lo que el caudillo respondió; “Yo te creía más inteligente, tu sabes que en México, no hay luchas de caballeros, el ganador va a la Presidencia y el perdedor al Paredón…”. Serrano sabía perfectamente que gran parte de la población no estaban de acuerdo con los gobiernos de Calle y Obregón, por los conflictos religiosos y la crisis económica en las que estaba sumido el país, y de allí su intención de lanzarse como candidato a la Presidencia.
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En ese mes de junio apareció la candidatura de Obregón por parte del Partido Nacional Agrarista, por lo que Serrano reaccionó contra dicha decisión y rompió con él en lo político, familiar y personal. Obregón empezó su campaña en julio de 1927 y arremetió duramente contra Serrano y Gómez, quien también ya había expresado públicamente su decisión para contender por la Presidencia. Serrano lanzó un plan general de gobierno el 24 de julio, e inició su campaña en Puebla el 19 de septiembre de 1927, ante una gran afluencia de simpatizantes. A su regreso se entrevistó con Calles, creyendo firmemente que estaba en contra de la postulación de Obregón, y confiado en que tenía su apoyo, le hizo insólitas confidencias de sus planes y proyectos de su campaña. Más tardó Serrano en retirarse de la entrevista, que lo que tardó Calles para llamar a Obregón, para que se presentase en la Capital con el fin de ponerse de acuerdo sobre las medidas a tomar, respecto a Serrano y Gómez. Un viejo general de apellido Martínez, muy cercano a Serrano, fue detenido y mediante el miedo lo hicieron confesar sobre los planes militares que Serrano tenía en contra del Gobierno de Calles.
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Aquella confesión y otras informaciones obtenidas de gente allegada a Serrano, fueron suficientes para que se acusara a Serrano de su intención de levantarse en armas en contra del gobierno de Calles; fueron tras de él a Cuernavaca, Mor., en donde celebraba su cumpleaños con cerca de 15 de sus más cercanos colaboradores, militares y civiles, entre ellos estaba el poeta saltillense Otilio González; como aquella comitiva no estaba armada, los detuvieron sin mayor problema y los trasladaron a la ciudad de México, sin embargo, muy cerca de Huitzilac, Mor., fueron bajados de los vehículos en los que los conducían a la Capital y a todos los acribillaron allí mismo en forma perversa y despiadada, era el 3 de octubre de 1927, mientras Calles y Obregón, esperaban las noticias en Chapultepec, a donde llegó el grupo militar encabezada por Claudio Fox, encargado de llevar a cabo aquella terrible matanza por medio del verdugo Hilario Marroquín.
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Al conocer dicha noticia el otro sonorense, General Arnulfo R. Gómez, salió precipitadamente de la ciudad de México rumbo al estado de Veracruz, en donde había sido Jefe de Operaciones Militares del Ejército Mexicano, gobernado por el General Heriberto Jara Corona. En dicho estado el General Gómez, había hecho grandes amigos. Llegó a Perote para posteriormente dirigirse al municipio de Ayahualulco, en las montañas de la Sierra Madre Oriental, en donde se refugió del Ejército Mexicano y del Estado Mayor Presidencial. Al final fue traicionado, por un supuesto seguidor, y fue apresado por Gonzalo Escobar y Jesús M. Aguirre. De Allí lo trasladaron a Coatepec, Ver., y mediante un juicio sumarísimo fue condenado a muerte y fusilado en dicho lugar, el 5 de noviembre de 1927.
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El mismo día del asesinato de Serrano, por la noche, acá en Torreón, el segundo comandante de del 16 Regimiento de Infantería Augusto Manzanilla, al mando de cerca de medio millar de elementos, se levantó en armas en contra de las fuerzas federales establecidas en el Campo Militar de Torreón, Manzanilla y su gente habían sido alojados en dicho Campo Militar, en donde se situaba el cuartel del 43 Batallón de Infantería, cuando llegó procedente de Veracruz a finales de septiembre de ese 1927, como jefe interino del citado 16 Regimiento. Por cierto el Campo militar en Torreón, estaba situado hacia el oriente de la ciudad; época en que la mancha urbana de Torreón llegaba cuando mucho a lo que es hoy la calle Comonfort y dicho cuartel se situaba en pleno llano a una distancia de cerca de dos kilómetros a partir de dicha calle, en donde posteriormente toparía la antigua, bella y señorial Calzada Vicente Guerrero (Av. Juárez a partir de la Cuauhtémoc al oriente), hoy desdentada y fea y la calle 30, abarcando un amplio terreno en el sector que es hoy la colonia Nuevo Torreón. En dicho crucero, existe una especie de glorieta, que maraca exactamente la entrada de donde se ubicaba el citado cuartel.
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Ese día 3 de octubre de 1927, el Teniente Coronel Manzanilla, salió muy temprano del cuartel, acompañado de más de la mitad de su jefes y oficiales, y menciona un testigo, que durante el día anduvieron tomando en las cantinas de Torreón, en dichos lugares se entrevistó con algunas personas de la localidad, que comulgaban con los ideales de Serrano y Gómez, y trataba de hacer proselitismo político en favor de dichos personajes. Se sabe que, Manzanilla hizo amistad con el Comandante de Policía de Torreón, Florentino García, quien antes había sido zapatista. Esa tarde el Teniente Coronel Manzanilla, habló por teléfono al Campo Militar con sus subordinados para que esa noche no permitieran que los de su tropa se quedaran con sus mujeres, en una clara señal de que estaba gestando la asonada contra el 43 Batallón.
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A las nueve de la noche llegó al cuartel el Coronel Luis Ibarra López, comandante del 43 Batallón de Línea, a quien por cierto le apodaban “el zafado” por su forma muy particular de actuar, de allí el grito de los alzados de ¡mueran los zafados! Al Llegar, Ibarra interrogó a algunos de sus ayudantes, si habían escuchado algo de los del 16 Regimiento, en cuanto a que se iban a “voltear”, sin embargo nadie sabía nada al respecto; a pesar de ello Ibarra, tenía la certeza de que se iban a levantar por las voces de alerta que le habían expresado sus superiores de la ciudad de México, tal como lo habían hecho en Veracruz. Tras ello Ibarra se retiró a descansar, sin mayor prevención sobre sus temores.
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A principios del mes de octubre de 1927, el 43 Batallón del Coronel Ibarra López, alojado en el Campo Militar de Torreón, contaba solo con cerca de 50 elementos, ello se debía principalmente a que la Primera Compañía se encontraba en México, como escolta del General Escobar, la Segunda estaba de Partida Militar en Parras, Coah., y la Tercera estaba repartida en la vigilancia de la Prisión Militar (por la salida a Gómez Palacio), de la cárcel pública, del Hospital Militar (por la Múzquiz), de Gómez Palacio y de Cd. Lerdo; por lo que los casi 50 elementos restantes, permanecían en el cuartel, en donde se encargaban de la vigilancia del Campo, cubriendo los puntos estratégicos del mismo. Aquella situación la tomaría muy en cuenta el Coronel Manzanilla, para los planes que se proponía llevar a cabo. Un poco más tarde de la llegada al cuartel del Coronel Ibarra, de esa noche del 3 de octubre, lo hizo el Coronel Manzanilla, que como ya dijimos, había salido hacia el centro de Torreón, muy temprano de ese día; llegó acompañado de algunos de sus subalternos, del Comandante de Policía y de 8 elementos de dicha corporación, quienes traían algunos tenates (canastos de palma) con botellas de licor, que pudieron haber sido de vino de Parras o tequila, con la supuesta intención de compartirlos entre los integrantes de su cuerpo armado, claro es que los recién llegados ya traían algunas copas encima. El grupo penetró hasta el fondo de la cuadra del Cuartel, en donde se alojaban y en donde los aguardaban el resto de los integrantes del 16 Regimiento.
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Por lo tanto el Coronel Ibarra se despertó sobresaltado, confirmando su presentimiento de aquel alzamiento de los del 16, y pronto se incorporó a donde estaba la guardia del cuartel, allí recibió un rosón de bala en el pecho, sin consecuencias mayores. Los que mantenían a raya a los rebeldes eran los Sargentos Durán y Hernández y el capitán Rivera, quienes habían emplazado dos ametralladoras más, en el espacio de la Guardia. Con una superioridad numérica notoria, los rebeldes del 16 Batallón, lograron hacerse de casi la totalidad del cuartel, el número de elementos les daba ventaja sobre los del 43, quienes realmente dominaban sólo el acceso principal al campo militar. En cierto momento de la refriega, los rebeldes pudieron hacer un total de 11 prisioneros y más que otra cosa, conminaban a los del 43 Regimiento a que se unieran a su causa y en conjunto tomaran la ciudad de Torreón, bastando que les abrieran el paso con los vigilantes para poder salir del cuartel. A pesar de las arengas de los rebeldes, los prisioneros expresaron un no rotundo a sus propuestas. En seguida los del 16, formaron a los prisioneros en una banqueta de algunas construcciones del cuartel para proceder a su ejecución, sin embargo los Sargentos Durán y Hernández se percataron de ello e inmediatamente hicieron una descarga sobre los rebeldes y evitaron seguir con la ejecución; tras de ello, los salvados volvieron a unirse a los suyos y siguieron ayudando a la defensa del Cuartel.
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A la una y media de la mañana del 4 de octubre, el General de Brigada José San Martín, Comandante de la Guarnición de la Plaza de Torreón, llegó al campo militar, y junto con otros jefes militares leales al Gobierno, dispuso que la fuerza de Caballería del 83 Regimiento, bajo el mando del Coronel de Caballería Rodolfo Casillas García, hospedado en lo que era el Hospital Militar, actuara sobre el lado sur del cuartel, y la del 18 Regimiento de Caballería, bajo las órdenes del Coronel Pascual Valadez, alojado en lo que fue la Escuela “Hijos del Ejército”, iría sobre el lado norte del campo militar; una vez en sus posiciones los soldados (dragones) de caballería hicieron un fuego intenso en contra de los rebeldes.
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Todo aquel enfrentamiento se llevó a cabo dentro de las instalaciones del campo militar y se prolongó de las 12.30 de la noche a las 5 de la mañana del día siguiente, hora en que se escucharon algunas cornetas tocando “alto al fuego”, y con ello vino el cese de las hostilidades por ambos bandos. Inmediatamente entró al Cuartel, el General de Brigada José San Martín, acompañado del Coronel Ibarra López y un buen grupo de jefes y oficiales, leales al Gobierno. El General San Martín, con voz fuerte se dirigió a los combatientes y les dijo. “Ya no tiren muchachos, Alto al fuego…”, “¿Por qué hicieron armas contra el Gobierno… por que la sublevación?”, a lo cual algunos de los rebeldes del 16 Batallón, contestaron: “porque nos deben haberes, a mí me deben treinta días”, otro dijo: “me deben veinte días” y otro más: “a mí me deben medio mes”, las quejas denotaban, que los jefes del 16 Batallón, habían utilizado aquella falta de pago, con el propósito de sembrar descontento e indignación entre la tropa, con la intensión de provocar la asonada en contra del Gobierno. Tras las quejas, el General San Martín, les expresó que a todos se le pagaría lo que se les debía, promesa que se cumplió y como a las nueve de la mañana ya estaba en el cuartel, el señor Luis G. Mitre, empleado de la Oficina Federal de Hacienda, con muchas bolsas de plata (talegas de mil pesos), y a cada uno de los rebeldes se les fue pagando lo que a su criterio y de buena fe se les debía.
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Una vez que los rebeldes del 16 Batallón se rindieron, informaron que sus jefes habían huido del cuartel como a las 4 de la mañana de ese día 4 de octubre de 1927. Habían salido por el rumbo oriente, en donde se localizaba la zona de los “embarcaderos” y que habían tomado en dirección a Tlahualilo. En seguida una patrulla del 83 Regimiento de caballería, salió a perseguirlos y no tardaron mucho en lograr su captura y regresaron con los jefes rebeldes al Cuartel, en donde quedaron a disposición de un Consejo de Guerra Sumario, que conforme a las leyes y reglamentos militares convocó y formó el General de Brigada José San Martín, comandante en jefe de la Guarnición. A los presos se les acusó de “asonada militar, haciendo armas en contra de elementos leales al Gobierno”, en el enfrentamiento se causó la muerte de nueve elementos del 43 Regimiento, entre los que se encontraba el Mayor Ayudante, Conrado Flores y de parte de los rebeldes del 16 Regimiento, hubo un total de 32 bajas.
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El primero en ser juzgado fue el Teniente Coronel Augusto Manzanilla, Comandante Interino del 16 Batallón, responsable del motín en contra del Gobierno. Cuando se presentó ante el Consejo, dicen que expresó las siguientes palabras: “Para que me hacen Consejo de Guerra Sumario, ya se lo que me espera, aquí ni el General San Martín, que es de Brigada y Jefe de la Guarnición de esta plaza, no vale nada, aquí el único que lleva la voz es el “zafado” (Ibarra), es el dedo chiquito de Escobar en Torreón, y lo que él diga eso es”. Como en todo Juicio Sumario, el Consejo encontró culpable a Manzanilla y lo condenó a la Pena de Muerte. Manzanilla fue entregado al pelotón de ejecución a las 12 horas de ese día 4 de octubre. A esa hora al sentenciado se le fusiló en donde se ubicaba el campo de tiro del cuartel. El pelotón de fusilamiento estaba bajo el mando del Capitán 1° Victorio Contreras, del 43 Regimiento. A Manzanilla lo siguieron otros diez oficiales rebeldes, quienes corrieron la misma suerte que su jefe. Del resto de la tropa de los alzados, algunos fueron enviados en “canje”, 100 al 24 Batallón, que estaba en Saltillo, Coah., y otros 100 se cambiaron por los mismos elementos del 43 Batallón. De esta manera terminó aquella asonada militar encabezada por el Coronel Augusto Manzanilla.
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Con la eliminación de sus enemigos políticos, Obregón como único postulante a la Presidencia de la Republica, salió electo en los comicios del 1 de julio de 1928, sin embargo nunca pudo gozar de aquel amargo y truculento triunfo, ya que el día 17 de ese mismo mes y año, fue asesinado por José de León Toral, en el restaurante La Bombilla. Los asesinatos de Francisco R. Serrano y de Arnulfo R. Gómez, fueron la culminación de una serie de muertes en el México posrevolucionario, auspiciadas por la dupla sonorense del Caudillo y del Jefe Máximo, que empezaron con Carranza y continuaron con Villa, y quienes a base de una violencia inaudita trataban de hacerse del poder político del país, y con ello se estaba gestando la creación de un sistema político, corrupto, intolerante y violento, cuyos vestigios aún permean en algunas de las esferas de la política nacional; cuyo objetivo primordial es el de tener el “Poder por el Poder”, al costo que sea necesario, sin pensar en lo “más mínimo” por solucionar los problemas y necesidades del pueblo para el que gobiernan. “Cosas veredes mio cid”.
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FUENTES: PEDRO CASTRO.- El General Francisco R. Serrano. Una semblanza política. Polis. Investigación. Sociopolítica y Psicosocial. Otras Revistas. UNAM. Volumen 1. Num.2. pp.55-80. .-OSCAR SAUCEDO SEGURA.- Memorias. Testigo presencial y participante de los hechos, con el grado de Cabo, en el 43 Batallón de Infantería, con residencia en el Campo Militar de Torreón, Coah., del 3 de octubre de 1927. Escrito original a máquina, 5 cuartillas. Octubre 1947. Torreón Coah. .- MANUEL TERAN LIRA.- Historia de Torreón.- Editorial Macondo. Tercera Edición.1989. .- GUSTAVO CASASOLA .-Hechos y Hombres de México. 1810-1910. Tomo 3. Editorial Gustavo Casasola. 1980.
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