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Parras. La Toma de Parras por los maderistas. 16 de abril de 1911.
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Parras. La Toma de Parras por los maderistas. 16 de abril de 1911.
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AUTOR: GILDARDO CONTRERAS PALACIOS.
El material incluido en este articulo, ya sea grafico, escrito o documental, no podra ser reproducidos total o parcialmente, en español o cualquier otro idioma, en ninguna forma ni por ningun medio sea: mecanico, fotoquimico, electronico, magnetico, por fotocopia, o cualquier otro inventado o por inventarse, sin el permiso expreso, previo y escrito del autor, en terminos de la Ley de Derechos de Autor. Con todos los Derechos Reservados y Protegidos conforme a la Ley. DR 2015.
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El sábado 15 de abril de 1911, se presentó en Parras un grupo armado de maderistas proveniente de La Laguna, bajo el mando de Enrique Adame Macías, quien lo primero que hizo fue enviar un comunicado al presidente municipal de la población, en donde le pedía la rendición de la Plaza que él presidía y le advirtió que en caso de no aceptar, haría “volar” los principales edificios sin importar la gente que en ellos se encontrase. El presidente municipal, mandó llamar al jefe de la partida militar Teodoro Hernández, para ponerlo al tanto de las amenazas recibidas por parte de Adame. Toda esa noche los parrenses esperaron que en cualquier momento hubiese un ataque a la población por parte de los maderistas, quienes apenas si llegaba a un número aproximado de 100 hombres, y fincaron su campamento en lo alto del llamado cerro de La Secación, situado al sur de la población. Al despuntar el alba del día siguiente, domingo 16, a eso de las 5.40 de la mañana, los revolucionarios colocaron en lo alto del cerro, una bandera nacional e hicieron estallar una carga de dinamita, lo cual fue la señal para iniciar al ataque a la población. Para llevar a cabo su cometido, los revolucionarios se repartieron en tres grupos, dirigidos a atacar el norte, el oriente y el poniente de la población, con el fin de cercar a la defensa federal. Por los frentes del norte y oriente, no se logró penetrar hasta el centro de la población, por lo tupido del fuego federal. El grupo que fue hacia el poniente si pudo hacerlo, y llegaron a las casas de los señores Eduardo Lobatón y de Jesús P. Valdés, en las que cometieron todo tipo de actos de rapiña, de la casa de Lobatón, lograron extraer además de diversos objetos domésticos, cerca de 15 cajas de dinamita; se dice que la familia Madero los proveyó de algunas carabinas Winchester 30.30, de cajas de parque y de cerca de 50 cajas de dinamita. Para las 9 de la mañana las fuerzas de Adame Macías ya sumaban cerca de 600 efectivos, con la gente que se le había unido en Parras.
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La defensa federal de la población estaba distribuida de la siguiente manera: en el cuartel militar había 22 individuos de tropa; en la penitenciaría, otros 10 militares bajo el mando del teniente Patricio Oliveros Jiménez; en la presidencia municipal, estaban nueve soldados a las órdenes del sargento 2º Trinidad Real más otros 30 elementos de la policía auxiliar, que mandaba el comandante de policía de la población. En la iglesia del Colegio (San Ignacio) había un cabo y ocho elementos, y en la parroquia ocho gendarmes, y tenían como jefe a el ex cabo Jesús Sánchez. Entre todos sumaban un total de 87 individuos; 41 militares y 46 gendarmes y policías; estos últimos fueron los primeros en huir y esconderse o bien se pasaron a las filas maderistas, con decir que ya para las diez de la mañana, la mayoría de ellos había dejado los puestos asignados. A las once de la mañana, el señor cura de Parras don Fortino Hurtado, se presentó ante el teniente Oliveros y ante don Teodoro Hernández para que trataran de llegar a un arreglo pacífico con los atacantes con el fin de evitar más muertes, ya que su desventaja en cuanto al número de combatientes era notoria. Sin embargo ambos personajes le manifestaron su deseo de seguir luchando hasta el final Ante la deserción de los defensores y durante los combates de la mañana, los maderistas lograron colarse hasta la presidencia municipal, la cual dinamitaron y le prendieron fuego, el cual alcanzó el edificio y todo lo que en su interior se encontraba. Con ese hecho el archivo municipal que procedía de tiempo inmemorial fue presa de la destrucción por parte de los maderistas. Allí Parras perdió mucho de su historia y de su identidad.
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Después de ello, los ataques maderistas se centraron en el local que ocupaba el cuartel, en la parte sureste del hoy mercado 5 de febrero, así como en la acera de enfrente en donde se localizaba la plaza de toros, en plena rúa del Comercio; en dichos sitios se tiraron muchas bombas por parte de los maderistas, allí mataron a un soldado y tomaron prisionero a otro llamado Juan Urbina. Cuando los defensores federales abandonaron el Colegio, los insurrectos tomaron posesión del mismo, pero pronto fueron desalojados por un grupo de seis individuos encabezados por el sargento Trinidad Real, quienes se sostuvieron en el sitio hasta las cinco y media de la tarde; a esa hora uno de los hombres de Real, dio muerte en forma artera y de un disparo, al civil José Rodríguez, que se encontraba platicando frente al Hotel Palacio, en contra esquina de la iglesia del Colegio (Madero y Treviño). Tras de ello, un maderista parrense de apellido Castro, se acercó a la base del campanario llevando una carga de dinamita, la cual hizo explotar de inmediato, provocando la destrucción de tan histórica construcción, en el sector del campanario. Allí murieron el sargento Real y tres de los hombres que lo acompañaban. Cuando el sargento Real dejó el edificio de la penitenciaría para ocupar el Colegio, dejó encomendado su control al comandante de policía, Demetrio García, quien por temor, rápidamente la abandonó y quedaron solo en su defensa dos soldados quienes pronto fueron muertos por los atacantes. A los defensores de la Parroquia, a media mañana se les terminó el parque y el teniente Oliveros les proporcionó cerca de 400 cartuchos que les quitó a los gendarmes que custodiaban el cuartel, ya que dichos individuos no hacían fuego por no saber manejar las armas. Con ello los custodios de la Parroquia pudieron sostenerse en su puesto hasta después de la explosión que voló la torre del Colegio, ya que temían que el edificio fuese a sufrir igual atentado. De allí se pasaron a la penitenciaría, que junto con el cuartel eran los únicos baluartes de los federales.
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Tras de ello, la gente de Adame amenazó con dinamitar el cuartel, pero el capitán Teodoro Hernández, logró evacuarlo con sus hombres. Serían las 6.30 de la tarde cuando los ciudadanos parrenses Leopoldo Urbina y Alberto Durán, pidieron al teniente Oliveros que tratase de salvar su vida y la de sus hombres, porque veían que su derrota era inminente ante el crecido número de revolucionarios. Oliveros al cerciorarse que el capitán Hernández y su gente habían dejado el cuartel, se imaginó que habían muerto o hechos prisionero y decidió acompañar a los señores Urbina y Durán con el fin de saber su paradero, y lo encontraron escondido en un domicilio cercano. En dicho sitio Oliveros le informó de la propuesta de los civiles que lo acompañaban. Hernández se encontraba herido en una pierna y le pidió para que contactase al jefe de los maderistas, con el fin de saber sus condiciones y tratar de lograr el cese de las hostilidades y evitar la muerte de los hombres que aún le quedaban. Al tener contacto Oliveros con Adame, este último puso como condiciones para lograr el cese total de las hostilidades: que los federales entregasen en el acto las armas y equipo de tropa, que deberían salir de la población en el menor tiempo posible y deberían liberar inmediatamente a los presos. Oliveros no aceptó, por ser condiciones que iban en contra de su honor militar, y le presentó a Adame sus condiciones de rendición bajo los siguientes postulados: los federales saldrían de la población, con todo su equipo militar incluyendo las municiones; que Adame Macías se comprometiese a respetar la vida de todos los federales y que se hiciese cargo de la custodia y seguridad de la población, y que por ningún motivo fuesen excarcelados los presos.
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En principio, las tres primeras condiciones fueron aceptadas por Adame, no así la cuarta, porque él seguía con la idea de poner inmediatamente en libertad a los presos. Tras de mucho insistir, Oliveros logró que Adame aceptara que no pondría en libertad a ningún preso esa noche. Fue en la alcaldía de la penitenciaria en donde se levantó un acta con las condiciones de Oliveros, y la salida de los federales sería ese día a las 12 de la noche. A las ocho de la noche, se firmó el pacto y solo darían cuatro horas a los federales para que recogieran sus pertenencias militares y levantaran sus muertos y heridos. Tras de ello, el capitán Hernández se reunió con sus soldados y con ellos se dirigió al cuartel. Cuando pasaba lista, un grupo de maderistas con gran escándalo, querían entrar al recinto del cuartel, lo que causo sobresalto y temor entre los federales; tras franquearles la puerta, el cabecilla informó a Hernández que allí iban a quedarse, mientras instaba a los federales a unirse a la causa. El jefe federal les dijo que allí no cabrían, por el número de caballos que traían y les señaló otro lugar en donde podrían pernoctar, a donde se retiraron ante gran escándalo, se dice que muchos de ellos andaban borrachos. Otros grupos de insurrectos, rondaban el cuartel esperando la salida de los federales para acabarlos. Hernández captó su intención, procedió a juntar las armas del cuartel, le mandó quitar el cerrojo y estos los enterró en un lugar seguro y las armas las escondió entre un montón de leña que había en uno de los cuartos. En seguida, los federales fueron saliendo del cuartel uno por uno para no levantar sospecha, el último en salir fue el capitán Hernández y se dirigió a un domicilio en el que creyó estaría seguro. Por lo tanto, la salida de la población de los federales no se llevó a cabo esa noche como se tenía pactado, por la desconfianza para con las fuerzas de Adame Macías.
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Al día siguiente, llegó a Parras procedente del rancho de Ojuelos situado al oriente de la población, el capitán 1º del 4º Batallón, Juan Galindo, quien después de muchas agencias, logró reunirse con el jefe Adame; entre ambos acordaron tener una reunión con el objeto de poner fin a la contienda. Si eso no se lograba un acuerdo, Galindo se retiraría a Ojuelos y Adame a la hacienda de San Lorenzo. Ese mismo día, fue descubierto el escondite del capitán Hernández por una denuncia de la señora Juana Rodríguez de Martínez, sin embargo fue hasta otro día (18 de abril), cuando los maderistas procedieron a su captura, junto con otros individuos que lo acompañaban. Los cautivos fueron conducidos a la penitenciaría, en donde Hernández a pesar de ir herido, fue duramente golpeado por uno de los hombres de Adame. Allí permanecieron hasta las 12 del día siguiente, hora en que se firmó el cese de las hostilidades. La reunión de los antagonistas se llevó a cabo en la casa marcada con el número 13 de la 1ª calle de Ramos Arizpe, en ella intervinieron, además de los principales jefes de ambos bandos, los representantes de la población civil de Parras. Los principales acuerdos a los que llegaron fueron: los de suspender todo género de hostilidades por un período no mayor a 30 días y para garantizar la tranquilidad de la población, Adame Macías dejaría un jefe con 25 efectivos de todas sus confianzas. Durante este lapso, el cuartel fue ocupado por un grupo de maderistas, comandado por José Martínez, quienes destruyeron todos los objetos que había en los cuartos, que eran propiedad del capitán Hernández y del teniente Oliveros. Objetos consistentes en uniformes, espadas, pistolas, libros, ropa de cama y diversos muebles de oficina y de hogar, además se llevaron los fondos de la guarnición consistente en 200 pesos, y lograron dar con las armas escondidas por otra denuncia que hizo la señora Juana Rodríguez.
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Firmado el acuerdo, Galindo y Adame lograron llevar al capitán Hernández al hospital, bajo la supervisión del médico Ricardo Pérez, se buscó poner al capitán bajo el cuidado de la Cruz Roja, en donde estaría más seguro de la ira de los revolucionarios. El teniente Oliveros permaneció oculto hasta la madrugada del jueves 20. Hernández dejó la población el viernes 21 y se dirigió rumbo a Ojuelos, en donde se encontraba la partida al mando de Galindo.y se reencontró con Oliveros en la estación de General Cepeda. En la refriega los maderistas llevaron la peor parte ya que tuvieron entre 50 o 60 muertos sin tomar en cuenta a los heridos, en tanto que los federales sufrieron 17 bajas, de los cuales hubo solo ocho muertos, cinco heridos, dos prisioneros y dos desaparecidos.
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Fuente: *****Xavier I. Esparza Santibáñez. La Revolución en la Laguna. (Primera Part.1909-1913). Universidad Autónoma de Coahuila. Primera Edición.1992.
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APENDICE.
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ENRIQUE ADAME MACIAS.
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Por Gildardo Contreras Palacios.
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Don Luis Aguirre Benavides, en su libro “De Francisco I. Madero a Francisco Villa. Memorias de un Revolucionario”, nos deja alguna noticia sobre la personalidad de Enrique Adame Macías, jefe maderista que atacó la ciudad de Parras, Coahuila el 16 de Abril de 1911. Aquí las palabras de don Luis:
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“Cuando la comitiva triunfal de Francisco I. Madero llegó a México en el mes de junio de 1911, se le organizaron diversos festejos, entre ellos uno en Chapultepec, en honor de los generales Pascual Orozco y Ambrosio Figueroa, al cual acudieron muchos distinguidos revolucionarios entre los que se encontraron el propio Madero, lic. Serapio Rendón, Pedro Antonio de los Santos, Jesús Urueta y Adrián Aguirre Benavides entre otros.”
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“También hubo en aquellos días de alegría por el triunfo de la Revolución, una comida en Xochimilco, a la que asistió Madero y Carranza y un considerable número de connotados revolucionarios, entre los que destacaban el coronel Enrique Adame Macías, oriundo de Matamoros, Coah., que había operado en ese mismo estado y cuya figura era verdaderamente pintoresca. Era un hombre sencillo y de la clase baja del pueblo, como casi la totalidad de los revolucionarios. En esa ocasión se presentó vestido de levita cruzada y chistera, y abusó de tal manera de las bebidas alcohólicas, y al subir a una trajinera, se cayó al agua y quedó hecho una sopa, lo que ocasionó la burla y carcajada de los concurrentes”.
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