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Parras. Los Jesuitas de Parras I. Noticias de su estadia en su Residencia de Parras.

AUTOR: GILDARDO CONTRERAS PALACIOS.
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Parte I.  Origen de la Compañía de Jesús y una breve semblanza de su fundador.

“Al Messico envíen, si les pareze, haziendo que sean pedidos o sin serlo…” (Contreras Cárdenas… Monografía…),  estas palabras fueron expresadas por el fundador de la Compañía de Jesús, Ignacio de Loyola en un comunicado enviado a sus delegados en España Padres, Estrada y Torres, en enero de 1549, cuando ya fungía como Superior de la Orden con residencia en Roma. Ignacio fue originario del barrio de Loyola, de la municipalidad de Azpeitia de la Provincia de Guipúzcoa del País Vasco, España. En dicho lugar nació hacia el año de 1491. Fue el treceavo hijo del matrimonio formado por Beltrán Yáñez de Oñaz y Loyola y de doña Marina Sánchez de Licona. (Churruca… Primeras…).

En 1506, Ignacio fungió como paje de Juan Vázquez de Cuellar, contador del monarca Fernando el Católico. El 1517, pasó al servicio del virrey de Navarra, Antonio Manrique. En 1520, estuvo en el frente de la batalla de Nájera y en el mes de mayo del año siguiente, fue herido en una pierna por los franceses en Pamplona. Debido a la gravedad de su herida fue llevado a Loyola, en donde los médicos que lo atendieron lo consideraron en peligro de muerte y recibió la extrema unción. En sus memorias Ignacio consideró que en este lapso de su existencia, su vida había sido la de un hombre “dado a las vanidades del mundo, y principalmente se deleitaba en el ejercicio de las armas, con grande y vano deseo de ganar honra”. (Churruca… Primeras…).

Ignacio superó aquel grave peligro de muerte sin embargo tuvo que ser intervenido quirúrgicamente por segunda ocasión, debido a que su pierna quedó deforme debajo de la rodilla. En su convalecencia y para pasar el tiempo, pidió a sus familiares algunas obras de caballería, pero solo le pudieron conseguir algunas lecturas muy distintas, como lo fueron La Vida de Cristo, del monje cartujo Ludolfo de Sajonia y una traducción la Legenda Aurea, del padre Jacobo de Vorágine. En ese lapso del último trimestre del año de 1521, el espíritu de Ignacio sufrió un cambio radical y se le presentó el dilema de decidir entre la vida de mundo o la de imitar a San Francisco y a Santo Domingo. (Churruca… Primeras…).

A finales de febrero de 1522 salió del hogar paterno, pasó a Monserrat y de allí a Manresa (ambos lugares situados en Cataluña, España), en donde sobrevivió pidiendo limosna, se dejo crecer las uñas, el pelo y la barba. A mediados de julio de 1523, llegó a Barcelona, en donde se embarco con el deseo de llegar a Jerusalem. De allí siguió a Italia y del puerto de Gaeta continuó a pie a Roma y después a Venecia. Se embarcó hacia Chipre y llegó a Jersualem a finales de ese año de 1523. Después de 20 días de permanencia en el Santo lugar, regresó a Venecia y para febrero de 1524 estaba de regreso en Barcelona. A fines de marzo de 1526 pasó a Alcalá, en donde estudió Lógica, Física y Teología y empezó a enseñar el catecismo a quien quisiese escucharlo. Debido al numeroso grupo de oyentes, la Inquisición se alarmó y en abril de 1527, Ignacio fue encarcelado. Duró 42 días en prisión y fue dejado en libertad con la condición de que no predicase hasta por 4 años y hasta no haber terminado sus estudios. Ignacio pidió al obispo de Valladolid que le revocara la sentencia. El obispo le aconsejó que siguiera sus estudios en Salamanca. En dicha ciudad reinició sus prédicas y la inquisición lo apresó de nuevo junto con tres compañeros que se le habían unido, Calixto, Cáceres y Arteaga. Sus apuntes sobre sus Ejercicios Cuaresmales, le fueron confiscados y se les sometió a una revisión teológica. Y a él en lo personal se le sometió a riguroso examen del mismo tipo. (Churruca… Primeras…).


El 22 de agosto de 1527, se le dejó en libertad y nuevamente se le prohibió por cuatro años explicar cuestiones morales. Ante los obstáculos que se le ponían para predicar y ayudar al prójimo, decidió marcharse a Paris a donde llego en septiembre de 1528. Sin embargo, dicha urbe tampoco se prestó para desarrollar sus ideas, principalmente por los problemas para conseguir los fondos necesarios para su subsistencia.  Por consejos de un fraile español, paso a Flandes en donde consiguió limosnas suficientes para permanecer allí de 1529 a 1531. En ese año de 1531, en una ocasión viajó a Inglaterra en donde consiguió más limosnas de las que había conseguido antes y en menos tiempo. De nueva cuenta fue llamado por la Inquisición, quien lo absolvió sin mayores problemas. En 1532, Ignacio logró el grado de Bachiller, en 1533  recibió la licenciatura y en 1535 fue nombrado maestro en Artes. En ese tiempo se le unieron: Fabro, Javier, Laínez, Salmerón, Rodríguez y Bobadilla. La unión de ánimo de aquellos seis individuos con Ignacio a la cabeza, los llevó a reunirse el 15 de agosto de 1534, en la capilla de Montmartre (al norte de Paris) y allí en grupo pronunciaron los votos de pobreza, castidad y de ir a Jerusalem a servir al prójimo. Este último voto quedó condicionado a poderlo cambiar en dado caso por el de obediencia al Papa. De esta forma dio inicio la formación de la Compañía de Jesús. (Churruca… Primeras…).

Para ese tiempo a Ignacio se le presentó una enfermedad estomacal, que no respondió a ninguna cura de los médicos que lo atendieron, y al último se le recomendó respirar los aires de su tierra natal; por ello, sus compañero acordaron volverse a reunir para dar seguimiento a su empresa, en Venecia en el año de 1537. Después de casi 13 años volvió a  su barrio en Loyola, pero no se hospedó en el hogar paterno, sino que lo hizo en el hospital común. Antes de partir hacia su tierra tuvo que resolver una nueva acusación de la Inquisición gala. Durante la corta estancia en Azpeitia, se dedicó a enseñar la doctrina cristiana a muchas personas de todas edades que llegaban al lugar para oírle.  El remedio médico no resulto, y en agosto de ese 1535 tuvo que abandonar Azpeitia, caminó a Sigûenza, y Toledo, llegó a Valencia en donde se embarcó hacia Génova, para de allí seguir a Bolonia. A finales de 1535, retornó a Valencia en donde aguardó la llegada de sus compañeros, quienes arribaron en enero de 1537, y entre todos decidieron seguir adelante con el compromiso adquirido en Montmartre, de viajar a Tierra Santa; para ello se dirigieron todos a Roma, menos Ignacio, con el fin de solicitar el permiso correspondiente, el cual les fue otorgado. El 24 de junio de 1537, se ordenaron sacerdotes los que no lo eran. El viaje no fue posible realizarlo porque los turcos habían roto las paces con los venecianos. Mientras tanto Ignacio y sus compañeros permanecieron en Roma en donde predicaron y ejercitaron las obras de caridad, hasta la cuaresma de 1538. Por cierto Ignacio celebró su primera misa el 25 de diciembre de 1538. (Churruca… Primeras…).


Durante la cuaresma de 1539, el grupo se reunió para deliberar sobre el futuro de su empresa. Redactaron la llamada Fórmula del Instituto, que describía los objetivos de la agrupación. El Papa Paulo III, aprobó verbalmente la agrupación el 3 de septiembre de 1539. Por decisión generalizada a sugerencia de Ignacio, los integrantes del grupo decidieron llamar: Compañía de Jesús a la nueva agrupación. Con dicho nombre, el 27 de septiembre  de 1539, la Iglesia la aprobó oficialmente mediante la Bula “Regimini Militantis Ecclesiae”. Aquella nueva Sociedad debía tener un dirigente y el 8 de abril de 1541, los integrantes de ella dieron su voto para su elección. Para esa fecha, a los primeros siete miembros se habían unido Pascacio Broet, Juan Corduri y Claudio Jayo; en la votación, solo faltó el voto de Bobadilla que cumplía una misión papal. Ignacio fue el elegido por unanimidad, pero no se creyó con las cualidades suficientes para aceptar dicho cargo. Hubo una segunda votación y el resultado fue el mismo, Ignacio tuvo que consultar con su confesor, el padre franciscano Teodosio de Lodi, y éste le aconsejó que no debía resistirse a la designación que sus compañeros hacían en su favor. El 22 de abril de 1541, Ignacio y sus compañeros se presentaron en la iglesia de San Pablo y pronunciaron sus votos. Ratificaron los ya hechos en su primera reunión en Montmartre.  (Churruca… Primeras).

A partir de aquel solemnísimo momento, la Compañía tuvo un ascenso vertiginoso. El Superior General, Ignacio, gobernaba desde Roma; y a las puertas de la Compañía se presentaron nuevos jóvenes, entre los que estaban: Francisco Estrada, Antonio Araoz, Pedro Codacio, Jerónimo Domenech, Pedro de Rivadeneira, Andrés de Oviedo, Juan Alfonso de Polanco, Francisco de Villanueva, Jerónimo de Nadal, Miguel Torres,  Martín de Olabe, Pedro Cancio, Francisco de Borja, Luis de Cámara y Everardo Mercuariano, entre otros.  En 1551, la Orden Jesuita ya disponía de tres provincias, Portugal, España y la India; para 1554 ya se habían agregado las de Italia, Sicilia, Brasil y Alemania.  En 1553 los miembros de la Compañía ascendían a 650 individuos. En un principio, los jesuitas se dedicaron a las misiones populares, a impartir el catecismo a los niños, a ayudar a los encarcelados y al último dejaban el apostolado educativo académico. Sin embargo, este último aspecto con el tiempo fue adquiriendo importancia toral, y  lo consideraron como un medio muy eficaz para detener el avance de la llamada Reforma (iniciada por Lutero en 1517) y para formar sólidamente a la juventud católica. En Gandia (Valencia, Esp.), se estableció el primer colegio jesuita, y poco a poco fueron proliferando en toda Europa. Dos de esos colegios adquirieron gran importancia, el Colegio Romano, hoy Universidad Gregoriana y el Colegio Germánico. Sin embargo los jesuitas también crearon orfanatorios, asilos y casas para catacúmenos judíos y otro para mahometanos.  (Churruca… Primeras…).

Ignacio de Loyola murió el 31 de julio de 1556, después de haber entregado a la iglesia mil jesuitas distribuidos en 12 provincias y 100 casas de residencia. Fue beatificado en julio de 1609 y canonizado el 24 de mayo de 1622. 


Parte II. El arribo de los jesuitas a tierras americanas y su llegada a la provincia de la Nueva Vizcaya.

Posterior a la fundación de la Compañía de Jesús y antes de la muerte de su fundador,  se dieron las primeras salidas de sus miembros de Europa y empezaron a peregrinar por el mundo. En 1541, Francisco de Javier, preparó un viaje que lo llevaría hasta la India, fue el primer jesuita que salió en misión evangélica de Europa. Zarpó de Lisboa en abril del año mencionado, viajó en calidad de Nuncio Papal hacia Etiopia, a la región del Mar Rojo y del Golfo Pérsico y después de 13 meses desembarcó en Goa (India), recorrió dicha región, lo mismo hizo en Ceilán, Malaca, Japón y llegó hasta China en donde murió en el año de 1552, a la edad de 46 años, sus restos fueron llevados a Goa.  En 1547, salieron cuatro jesuitas hacia el Congo (África) y en los años de 1549, 1550 y 1553 llegaron los padres de la Compañía hasta Brasil, (Churruca… Primeras…), en donde se constituyó la primera Provincia Jesuita en América a la cabeza de los misioneros iba el padre Manuel Nóbrego.

Como referencia a los padres que siguieron encabezando la Compañía a la muerte de Ignacio, después de él, fue Superior de la Orden, el padre Diego Laínez, quien en julio de 1558, asumió el cargo y permaneció en su puesto hasta la fecha de su muerte en enero de 1565. A Laínez, lo sucedió en julio de 1565, el padre Francisco de Borja, antiguo duque de Gandía, quien murió en octubre de 1572. El cuarto Superior General fue el padre Everardo Mercuariano, quien estuvo en su cargo de abril de 1573 a 1580, fecha en que murió. Durante el mandato del padre Mercuriano, se enviaron jesuitas a Inglaterra y procuró el apostolado en América y Asia. Al año de su muerte dejó 5,165 jesuitas, 21 provincias y casi 200 casas de residencia. (Churruca… Primeras…).


Con anterioridad a los que hemos referido, en 1556, un grupo de sacerdotes fueron enviados a la Florida, llamada así por haber sido fundada dicha región, un domingo de la Pascua Florida. Sin embargo para 1571, la mayoría de ellos habían sido martirizados y muertos. Entre aquellos mártires se encontraron los padres: Pedro Martínez, Luis Quiroz, Juan Méndez, Gabriel Solís, Juan B. Segura, Gabriel Gómez, Sancho Ceballos, Pedro Linares y Cristóbal Redondo. Los sobrevinientes fueron los padres: Juan Rogel y Antonio Sedeño, los hermanos coadjutores: Juan de la Carrera, Francisco Villarreal, Pedro Ruiz de Salvatierra y el novicio Juan de Salcedo. Estos últimos pasaron en julio de 1572 a la capital mexicana, para esperar el arribo de los padres que saldrían para acá. (Churruca… Primeras…).

A pesar de los deseos expresados en 1549 por el fundador de la Compañía de que se enviasen sacerdotes a tierras novohispanas,  fue hasta 1572, cuando entraron los jesuitas a México “… para tomar como una orden religiosa distinta a las que le precedieron, para contribuir al progreso de la sociedad que estaba liquidando los reductos encomenderos y pretendía, en cambio, que la universidad, transformara su devenir.”  En mayo de 1571, Felipe II, hizo llegar una carta al Padre Borja para que se mandasen “doce sujetos de letras, suficiencia y partes a México”. Para ello el padre Borja decidió constituir a la Nueva España en el rango de Provincia y nombró como Provincial, al padre Pedro Sánchez, rector de Alcalá. Al fin la lista se completó con 15 individuos: Padres: Pedro Sánchez, Pedro Díaz, Alonso Camargo, Diego López Fonseca, Hernán Suárez de la Concha, Francisco Bazán, Diego López de la Mesa, Pedro López de la Parra; Hermanos: Martín González, Lope Navarro, Bartolomé Larios y Martin Matilla; escolares: Juan Curiel, Juan Sánchez Baquero, Pedro de Mercado. Siete eran de Toledo, dos de Andalucía, cinco de Castilla y uno de Aragón. (Churruca… Primeras…).
     
Los designados fueron citados para estar listo e iniciar el viaje desde Sevilla el 10 de agosto de 1571, sin embargo algunos de ellos no estuvieron en la fecha por estar enfermos y perdieron el navío que los llevaría a tierras americanas, por lo que tuvieron que esperar medio año para poder atravesar el Atlántico; por tal motivo y para que no permanecieran ociosos, fueron repartidos en la Provincia de Andalucía. Por fin a la mitad del año de 1572, los jesuitas dispersos por el Sur de España, fueron convocados de nueva cuenta para presentarse en Sevilla e iniciar su traslado. Su partida fue el 13 junio de 1572, de allí se dirigieron a las Islas Canarias, en donde desembarcaron el 23 de junio, para partir después hacia el continente americano; llegaron a la isla La Española (Haití-Rep.Dominicana) el 1 de agosto. En dicho isla permanecieron los jesuitas por algunos días, promoviendo la recepción de los sacramentos entre los nativos principalmente. Reiniciaron su viaje el día 9 y al fin arribaron a la Nueva España el 9 de septiembre de ese año de 1572. El viaje no fue nada placentero, en el mismo, reinaba en las embarcaciones utilizadas  la falta de higiene y convivían en los mismos lugares, individuos, animales y alimentos. La alimentación no iba más allá de carne, pescado, legumbres, frutas secas y queso, todos ellos expuestos a la contaminación por la humedad reinante. Por lo general los viajeros llegaban enfermos o sumamente débiles a su destino. Los viajes de este tipo resultaban ser, incómodos, peligrosos, largos y extenuantes. (Churruca… Primeras…).


En San Juan de Ulúa esperaban a los viajeros el padre Sedeño y el novicio Salcedo, ambos sobrevivientes de los enviados a la Florida, y un representante del inquisidor don Pedro de Moya y Contreras. Después se les condujo al hospital para su descanso y restablecimiento de aquel viaje que duró cerca de tres meses. De San Juan pasaron a la antigua Villa Rica de la Vera Cruz, donde fueron recibidos con mucha fiesta, los pobladores pedían a los jesuitas que se quedaran, pero sus fines de momento eran otros. De Veracruz, salieron con el rumbo de la capital de la Nueva España, llegaron a Puebla el día 21 de septiembre de 1572, y por fin el 28 de septiembre entraron en la ciudad de México; al día siguiente se presentaron ante el virrey Martín Enríquez, quien los recibió con una amabilidad, no acostumbrada en él. Sin embargo casi todos los viajeros se enfermaron de fiebre aguda y maligna, por lo cual fueron recluidos en el hospital de la ciudad; debido a ello el inquisidor don Pedro de Moya y Contreras, les envió a los doctores De la Fuente y Fray Agustín de Farfán, y les colmó de alimentos especiales, que los jesuitas no los consumieron sino que los repartieron entre el resto de los pacientes allí hospedados. Debido a este mal, el 28 de octubre murió el Padre Francisco Bazán que fue uno de los recién llegados. (Churruca… Primeras…).

Todos aquellos acontecimientos se dieron bajo la dirección General del padre Borja, quien murió el 1 de octubre de 1572, noticia que se conoció en la capital de la Nueva España, hasta  el 25 de septiembre de 1573. En un principio la necesidad inmediata de los jesuitas era el de poseer una casa en donde sentar su residencia y centro de operaciones; fue gracias a un generoso señor, de nombre Alonso de Villasana la forma como obtuvieron por donación el terreno y casa para dicho propósito; y obtuvieron la ayuda y cooperación de alguna otra gente para acondicionar el lugar de acuerdo a sus necesidades; en esta donación no estuvieron de acuerdo los dominicos, quienes sentían que se había invadido su territorio. Cabe hacer la aclaración de que los franciscanos, dominicos y agustinos fueron las órdenes religiosas que habían llegado a la Nueva España desde mucho tiempo atrás, y gozaban de ciertos privilegios de tiempo inmemorial por parte de la Corona Española. (Churruca… Primeras…). 


Los jesuitas no habían venido solo a establecerse en la capital de la Nueva España, sino que a partir de ella comenzarían a extender sus actividades misioneras a los lugares en donde fueran útiles. De ésta Terra Nova, solo conocían los pequeños poblados que tocaron en su traslado de Veracruz a la capital. A finales de 1573, fueron solicitados sus servicios para que pasaran a Guadalajara, y allá se dirigieron los padres Suárez de la Concha y Sánchez Baquero, quienes en su traslado realizaron una especie de misión en lo que hoy son los estados de México y Michoacán. Antes de su llegada fueron recibidos por el obispo de la ciudad, Francisco Gómez de Mendiola. En Guadalajara se aceptó de buena manera la práctica de los sacramentos que inculcaban los jesuitas. El padre Suárez fue más allá y llegó hasta Colima. El obispo Gómez quiso retenerlos, pero aquello no fue posible y partieron hacia la minera Zacatecas, aprovechando a un grupo de soldados que salieron para allá, bajo el mando de don Vicente Saldivar. En Zacatecas encontraron que la misma riqueza minera de la tierra había hecho que entre sus habitantes reinara la molicie, la pereza, el orgullo y los vicios todos, en una conjunción de españoles, criollos, mestizos, mulatos, indios y negros. De Zacatecas, los  padres Suárez y Sánchez, hicieron misión  en los puntos más importantes de la región y fueron a Pánuco, San Martín, Sombrerete, Guadiana (Durango), Cholhuitel y Nombre de Dios, dependientes de la diócesis de la Nueva Galicia (Guadalajara). Después de un corto tiempo regresaron los misioneros a México y por lo pronto el Provincial no aprobó el proyecto de establecerse allí. Todavía en 1575, Zacatecas pedía el establecimiento de la Compañía en dicho lugar. De regreso a México, los padres realizaron algún tipo de misión en Guanajuato. (Churruca… Primeras…).

En el año de 1575, los miembros de la Compañía de Jesús en la Nueva España, habían aumentado un 233%. De quince que llegaron al principio para ese año ya eran 50 miembros. Para ese año ya se habían hecho fundaciones en Pátzcuaro y Oaxaca, en esta última ante la inconformidad y resistencia de los dominicos. En dicho año vivían en la capital 37 individuos, y el resto distribuido en las misiones de Pátzcuaro, Oaxaca, y aún en la Habana vivían 2.  En el año de 1577, solo había residencias en los lugares mencionados. En Guadalajara, Zacatecas, Puebla y Veracruz, había misiones temporales, a estas entraban y salían los misioneros. En junio de 1578, ya estaban establecidos los jesuitas en Puebla, con 3 sacerdotes y 4 hermanos y en 1579, ya residían en Veracruz, dos padres y dos hermanos. Mientras que los proyectos de Zacatecas y Guadalajara seguían pendientes. Recién llegada la orden de los jesuitas a México, recibieron una solicitud por parte de las autoridades eclesiásticas de Guatemala y Honduras, para que se estableciera allá, la Compañía, sin embargo ello no fue posible de momento, dada la lejanía y solo enviarían misiones temporales. (Churruca… Primeras…).


Por los años de 1589 y 1590 se añadió a la Provincia el colegio de Zacatecas y residencia, por vía de  Misión en Durango, uno y otro a pretensión del Sr. Obispo de Guadalajara. Algunos años antes… habían estado allí nuestros misioneros y dejado un gran deseo de si, por el grande celo y fervor con que trabajaron en provecho del público. Desde entonces destinaron una capilla y casas anexas para el domicilio de la Compañía y efectivamente en ellas se fundó el colegio…”. (Alegre… Historia…).  Hubo en la llegada de los jesuitas fuerte oposición por parte de las órdenes religiosas allí establecidas, Dominicos, Franciscanos, Agustinos y Mercedarios. Tal era aquella repulsa que “… los jesuitas tuvieron que sufrir dura persecución de parte de los religiosos, que con inmundicias y horruras que echaban en las puertas y con todo otro de genero de malos tratamientos, procuraron apurar la paciencia de los nuestros. Llegó a tanto el (problema), que estando uno de los Padres para celebrar el Santo Sacrificio, entraron dos legos de dicha orden, apagaron las velas y diciendo muchos baldones y vituperios, procuraban sacar de la capilla las gentes que allí estaban. la ciudad quedo tan escandalizada de aquel desacato, como edificada de la humildad y mansedumbre de los jesuitas; sin embargo se dio noticia al Padre Provincial Pedro Diaz y este al Superior Mayor de aquella religion, que informado de la verdad, procuro dar a la Compaña, toda la satisfaccion posible, mudando de Zacatecas, aquellos sujetos discolos, y dando orden, para que de aquel convento, se asistiese al Colegio a todas las funciones de la iglesia como fueran propias, como puntualmente se practico...”  (Alegre… Historia…). Una vez establecidos en Zacatecas las visitas de los jesuitas a Guadiana fueron más frecuentes y en el año de 1590, a instancias del capitán de caballerías y caballero de la orden de Santiago don Rodrigo del Río de Loza, se hizo entender al virrey don Álvaro Manrique, que la región del noroeste de México jamás sería dominado por medio de las armas, sino que tendrían que ser utilizadas otros tipos de opciones, una de las cuales era la intervención de alguna orden religiosa. Para lo cual se pidió al Padre Provincial el envío de alguno(s) miembros de la Compañía a cubrir aquella necesidad. Como resultado de estas gestiones, la Compañía de Jesús determinó en 1593 enviar al padre Gonzalo de Tapia, acompañado del Padre Martín Pérez, a fundar la primera misión en Guadiana (Durango). De esta forma se sentaron las bases para las futuras incursiones de los jesuitas a la región de la Laguna.

El Anua de 1595 menciona, que en ese año en Zacatecas había dos padres que atendían una escuela de párvulos. Y en Guadiana, había cuatro padres y dos hermanos. El Anua de 1596, dice que en Guadiana, había dos padres y dos hermanos y en Zacatecas también dos padres y dos hermanos, quienes habían resuelto muchos casos difíciles surgidos entre los mineros españoles y los indios tarascos que en número de dos mil fueron traídos de Michoacán.( Zambrano… Diccionario…). De esta forma se sentaron las bases para las incursiones de los jesuitas a la región de la Laguna.


Parte III. Entrada a la Región de La Laguna de los primeros sacerdotes jesuitas.

La primera noticia que se tiene de la Laguna en los documentos jesuitas, procede del año de 1591, la cual quedó registrada en una carta que el padre Visitador Diego de Avellaneda envió al padre superior General, Claudio de Acuaviva, sucesor del P. Mercuriano con residencia en Roma, en donde le comentó la conveniencia de incursionar, desde la residencia en Zacatecas, en la región de la Laguna, en donde había “una inmensa mies de indios infieles” que eran pacíficos. (Churruca… El Sur de Coahuila…). En mayo de 1592, hubo otro informe del entonces Padre Provincial Esteban Páez al Padre General, en donde le comentó la inconveniencia de misionar en la Laguna. El padre Páez, se basó en un reporte del padre Gonzalo de Tapia, que había sido enviado a la región de la Laguna con el fin de considerar la conveniencia o no de que los jesuitas evangelizaran dicha región. Al Provincial y al padre Tapia “les pareció que  lo de la Laguna y todo lo de por allá era trabajo perdido”. Otra opinión al respecto la expresaron alguno de los Padres Martín Peláez o Nicolás de Arnaya, de que “los indígenas de la región de la Laguna tenían mucha necesidad de ser evangelizados y observó que los naturales mostraban buena disposición de recibir el Evangelio”. (Churruca… El Sur de Coahuila…).  Por cierto el padre Tapia fue martirizado y muerto en tierras de Sinaloa el 10 de julio de 1594.

Con las referencias anteriores, fue entre los años de 1592-1593, cuando el Padre Provincial Esteban Páez, tramitó ante monarca español Felipe II, la autorización para poder atender a la Laguna.  En abril de 1594, dicho monarca envió a la Casa de Contratación de Sevilla, la cual se encargaba de controlar en lo absoluto lo relativo a los viajes marítimos que se hiciesen de España a tierras Novohispanas y viceversa, la autorización en la que se permitía al padre Pedro de Morales para que los jesuitas pasaran a Topia, Sinaloa y la Laguna. Sin embargo el Padre Provincial había decidido desde 1593, que los jesuitas atendieran la Laguna en ese año. (Churruca… El Sur…)


En el año de 1594, se dieron las primeras incursiones de los misioneros jesuitas a la región de la Laguna, la cual podía ser atendida desde las residencias de Zacatecas o de Guadiana (Durango); fue de ésta última de donde partieron los primeros sacerdotes que vinieron a hacer su labor en la mencionada Región. En Guadiana se encontraba el padre Francisco de Arista que había llegado de Zacatecas y el padre Martin Peláez, quien estaba dedicado al aprendizaje de una lengua de allí y que fue comisionado para dirigirse a Sinaloa en busca de los restos del padre Tapia. Sin embargo para septiembre de 1594, ya habían salido de Guadiana y operaban en la Laguna, los padres Gerónimo Ramírez, Martín Peláez, quien ya había regresado de su encargo en Sinaloa y Juan Agustín de Espinoza, poco después se les agregó el padre Nicolás Rodríguez. (Churruca… El Sur…).

El Anua jesuita de 1595 menciona, que en ese año en Zacatecas había dos padres que atendían una escuela de párvulos y que en Guadiana, había cuatro padres y dos hermanos. El de 1596 dice, que tanto en Guadiana como en Zacatecas, había dos padres y dos hermanos. Y que en esta última, dichos religiosos habían resuelto muchos casos difíciles surgidos entre los mineros españoles y los indios tarascos que en número de dos mil habían sido traídos de Michoacán.( Zambrano… Diccionario…).

A partir de ese año las incursiones de los misioneros jesuitas a la región de la Laguna se incrementaron, sin haber establecido un puesto fijo de residencia, aún no localizaban el sitio ideal para hacerlo, iban y venían de Guadiana. En enero de 1595, el virrey Luis de Velazco, otorgó a dos misioneros jesuitas en la Laguna 650 pesos a cada uno, para que los utilizaran en la compra de menesteres que necesitasen en su apostolado, tales como cálices, misales, libros, vestuario, vinajeras, caballos y para el sueldo de los guías indígenas. (Churruca… El Sur…)

El padre Luis de Ahumada en un informe que envió al padre Visitador en octubre de 1609, nos comenta que los padres Gerónimo Ramírez y Juan Agustín de Espinoza entraron a la región, provenientes de Guadiana, vía Cuencamé, “…pasaron al río de las Nasas en el año de 1594… por las rancherías que estaban a riberas del río, hasta la Laguna… hallaron grande cantidad de indios… que no eran bautizados… parte… están poblados a orillas del río de las Nasas y en la Laguna y parte en las serranías cercanas… su ordinario sustento es aguamiel que sacan del maguey… por sus cabezas y raíces… y alguna caza… Andan todos de ordinario desnudos y solo las mujeres usan unos cueros por decencia y honestidad… La mayor parte del año no tienen agua… no perdonan cosa ninguna, lagartijas, culebras, víboras… ratones, gusanos, hasta los mosquitos… y hierbas del campo… y cuantas semillas no amargan… a veces muelen los huesos… de animales muertos y en polvo se los comen. La gente que vive en el río y en la laguna tiene más sustento porque es este río muy abundante de pescado… Corre este río hacia el norte… y hace una laguna... le llaman la Laguna Grande. Tiene vox, 39 leguas… Así con el pescado como con la volatería que por cuatro mese tiene grandísimo número… como no es la corriente del río perpetua se seca en partes y así los que viven en ella son forzados a seguir el agua… algunos por no mudarse hacen grandes balsas que llaman Neboyas de tule, echándoles encima tierra, arman en ellas sus casillas…” (Ahumada… “Puntos de esta misión de las Parras… ARGENA).


Así anduvieron los padre los dos primeros años de 1594 a 1596. Para este último, asistían la misión en la Laguna, los padres: Francisco Gutiérrez de 37 años, Gerónimo Ramírez de igual edad, Pedro Segovia de 33, recién llegado y Juan Agustín de 28. Existe la evidencia de que el Hermano Juan de la Carrera, (uno de los sobrevivientes de la Florida), estuvo de paso por la Laguna, como compañero de un padre. Para principios de ese 1597 ya se les había asignado un nuevo colaborador en la persona de Bartolomé de Hermosa. Fue en el trascurso de 1596 y 1597, cuando dichos sacerdotes, hicieron sus primeras incursiones al valle de las Parras, en donde “…halló el padre Juan Agustín… lo que podía ser para juntas en modo de pueblo un gran golpe de gente, así de las sierras como de la Laguna, es este valle muy fértil y abundante de agua que bajaba de las faldas de una de las más altas sierras de toda esta comarca, le riegan con gran abundancia y la tierra de suyo produce muchas parras y uvas silvestres… Aquí hizo pie el padre Juan Agustín y sin otra ayuda de costa ni bolsa que la de un pobre religioso para el mejor gasto que necesariamente había de tener semejante empresa…” (Ahumada… “Puntos de esta misión… ARGENA).

La fundación de Parras, fue la obra culminante de las incursiones misioneras de los jesuitas, en donde el padre Juan Agustín fue el principal protagonista para llevar a cabo aquella loable tarea. Para ello convocó a gente de la Laguna, de las serranías comarcanas y del valle de las Parras, quienes en conjunto formaron un gran pueblo. Con las limosnas de algunos españoles de la región logró comprar algunos bueyes y arados “… y repartiéndoles la tierra se les enseñó a cultivar… dándoles cada día de comer y a veces sirviéndoles de cocinero… Tanta era la barbaridad de la gente y tanta la caridad del padre, que después los indios se aficionaron al maíz que aquel año cogieron de sus milpas, y se asentaron mas de propósito y el número de gente fue creciendo…” (Ahumada… “Puntos de esta misión de las Parras… ARGENA).


Parte IV.- Primeros años de la Misión de Parras y muerte de su fundador.  
Aquella mega empresa de la fundación de Parras, fue la culminación de una tenaz y obstinada lucha por parte de los misioneros jesuitas, con el padre Juan Agustín de Espinoza a la cabeza, quienes nunca cejaron en su objetivo de congregar en un gran pueblo, a los cientos de naturales que por la región de la Laguna y del valle de las Parras, deambulaban por doquier sin puesto alguno de residencia.  Aún y cuando en un principio se logró la fundación de Parras, los naturales por falta de costumbre en muchas ocasiones abandonaban la congregación y se retiraban a sus lugares de origen; sin embargo el padre Espinoza no decaía en sus ánimos, iba en su búsqueda  “…a sus antiguas rancherías, y a aquellos desiertos y soledad…” y de alguna forma lograba convencerlos de volver. Para el año de 1599, estaban en la misión de Parras, los padres Juan Agustín y Francisco de Arista, según informó el padre Visitador Nicolás de Arnaya, y agregó que la población ascendía a casi 1600 personas y cada día llegaban más. Sin embargo en ese tiempo se habían ausentado de la región, los padres Gerónimo Ramírez que había tenido que ir a la misión de los “Tepehuanes” y Francisco de Arista tuvo que salir a atender a los indios del río de las Nasas. (Ahumada… Puntos…).

El padre Arnaya en su informe, dijo que para ese año, los jesuitas ya habían fundado otros asentamientos en Santa Ana, Laguna Grande, el pueblo del Casique de Aztla, San Francisco y Cuatro Ciénegas y agregó que estando en Parras, se había dedicado a sembrar, cosechar, fabricar casas e iglesia, enseñar la doctrina y alimentar a sus habitantes. Por su parte el padre Arista, superior en ese tiempo de la nueva misión de Parras, expresó, que la tierra del valle era fértil, de un grano de maíz salían cinco o seis cañas con dos o tres mazorcas por cada una, que de una semilla de calabaza nacían cincuenta, y que  la tierra producía los mejores melones de la Nueva España. (Churruca… El sur…).

Para 1600, atendían la misión de Parras y la Laguna, los padres: Nicolás de Arnaya, quien sabía otomí, mexicano (náhuatl) y guachichil; Gerónimo Ramírez, que hablaba tarasco, mexicano, tepehuan y zacateco; Juan Agustín, entendía el mexicano, zacateco y estudiaba el tepehuan; Francisco de Arista dominaba el mexicano y estudiaba el tepehuan. (Churruca… El Sur…).


Muchos eran los motivos que animaba a los naturales de la región para congregarse en Parras, sin embargo sobresalía el de la preparación de los alimentos que les proporcionaban los padres Juan Agustín y Francisco de Arista. Sacerdotes que además ejercían el oficio de labradores y en  aquella labor de enseñanza de los jesuitas, los naturales de la región supieron como cultivar la tierra, como preparar ciertos alimentos, la forma de conseguir vestido y su fabricación, y en esas enseñanzas no hubo intervención alguna de otra etnia ni grupo religioso ajeno a los jesuitas; fueron estos quienes sentaron las bases para que los naturales aprendieran de una manera práctica, otra forma de subsistir. Además les impartían a los niños, clases de catecismo, de gramática y aritmética que día con día acudían con gran “algazara” a la incipiente escuela de los jesuitas. Aunado al colegio, establecieron un hospital, para atender a los enfermos que se dieron en la misión. Todavía en el siglo XVIII, los naturales de Parras que fundaron el Álamo, los consideraban sus “maestros y protectores”

A principios de 1602 surgió un grave motín por parte de los recién convocados naturales del valle de las Parras y la Laguna, el cual se originó por el abuso de algunos españoles de las haciendas comarcanas que quisieron sacar gente congregada en el pueblo para trabajar en sus tierras; el hecho casi terminó en el despueble de la recién creada misión, los naturales se levantaron y ocasionaron algunas muertes de algunos españoles y después huyeron hacia las serranías, en donde fueron atacados por la viruela; muchos murieron de dicho mal, sin embargo el padre J. Agustín, fue  por ellos y logró que muchos se regresaran a la incipiente misión. (Ahumada… Puntos…).

Como parte del trabajo del padre J. Agustín “… queriendo hacer… una casa e iglesia, salió a la sierra por alguna madera, y con el gran trabajo que pasó y un aire que le penetró, se resfrió, sobreviniéndole calentura que dentro de cinco días le quito la vida y le llevó a otra de mayor descanso. …Ante la ausencia de sus compañeros,… vino a morir sólo, que era lo que tanto temía, de una fiebre maligna causada por un resfriado… Hallole  un español de una estancia cercana, que con el aviso de los indios acudió; sentado en la cama vestido y calzado como solía andar en pie, porque viéndose cercano a la muerte, hizo a sus muchachos que lo vistieran para que se hallara más decente después de muerto. Fue el padre Juan Agustín, natural de la ciudad de Zacatecas y siendo mozo, le enviaron sus padres a estudiar a México, donde se crió en nuestros seminarios y de allí fue recibido en la Compañía…” (Ahumada… “Puntos…” ARGENA). La muerte del padre Juan Agustín aconteció entre el 25 y 27 de abril de 1602 y los restos de tan ilustre personaje fueron depositados en “…un arca pequeña de madera, cubierta de tafetán rojo, “dentro de la testatera del altar mayor, en la parte que corresponde al frontal”. Tenía al morir 35 años. (Churruca… El Sur…).

Con la muerte del padre J. Agustín, se selló aquella gran epopeya, en la que los sacerdotes jesuitas fueron los principales y únicos promotores de su realización, con el apoyo de los naturales de la Laguna y del valle de las Parras, sin que en su fundación hayan intervenido algún otro grupo étnico ni autoridad civil existente; esto fue el comienzo de la entrada y estancia por cerca de 170  años de los sacerdotes jesuitas en su residencia de Parras en su primera etapa.


Sin embargo aquel grandísimo logro de los miembros de la Compañía en la fundación de Parras, fue minimizado 180 años después por religioso franciscano Agustín de Morfi, quien a su paso por Parras, en un viaje de inspección y como acompañante del primer comandante de las Provincias Internas de la Nueva España, Teodoro de Croix, en un informe que preparó para el monarca español Carlos III, afirmó sin ningún recato y sustento documental lo siguiente: “…Han sido estos indios (los tlaxcaltecas) muy útiles al estado… En 1598 salieron de aquí (Saltillo) algunas familias para poblar Parras, de donde en 1731, trasmigraron otras al Álamo”. Y en otro apartado agregó: “…Muchas veces intentaron los misioneros de Cuencamé (¿?), la reducción de estas gentes, pero no bastando su corto número… jamás llegaron sus deseos a las ejecuciones (¿?); se mantuvieron las cosas en ese estado casi todo el primer siglo de la conquista hasta que el capitán Antón Martín Zapata, concluyó la empresa (¿?). Para ello “solicitó algunas familias tlaxcaltecas de la nueva colonia del Saltillo (¿?); convocó gente y se asoció al padre Juan Agustín de Espinoza, jesuita… donde colocaron a los tlaxcaltecas, para maestros de las demás naciones (¿?)…”. (Morfi… Diario…).

El padre Morfi, de un “plumazo Real” trató de borrar todo vestigio del trabajo de años de los misioneros jesuitas, en la pacificación y lucha por colonizar la región de Parras y la Laguna; tal vez lo hizo con desconocimiento de causa, por celo religioso o por cuestiones políticas. Los padres de la Compañía habían sido expulsados de los territorios españoles, 10 años antes (1767) de las afirmaciones de Morfi y en este tiempo eran considerador “reos de Lesa Majestad” los individuos de los territorios españoles, que hablasen bien o mal de los jesuitas. El tema era prohibidísimo por decreto del monarca español Carlos III, autor de aquel bárbaro decreto de expulsión. Fue esa afirmación de Morfi la que sentó las bases para que los subsecuentes historiadores e investigadores crearan el gran mito del “eje tlaxcalteca Saltillo (San Esteban)-Parras-El Álamo (Viesca)”, que hoy en día se promulga, se comenta y se acepta sin objeción alguna.


Parte V.- Las misiones de Parras y San Pedro de la Laguna en el siglo XVII.

Pocos meses antes de la muerte del padre Juan Agustín, el padre Francisco de Arista había pedido al padre Provincial, les enviara el auxilio de dos sacerdotes para poder atender la demanda espiritual y material de los naturales de la recién fundada misión de Parras y la Laguna. Dichos religiosos no pudieron llegar antes de que se diera la muerte del padre Juan Agustín, de los cuales uno quedó en Parras y el padre Diego de Larios pasó a la Laguna, en donde logró reunir a mucha gente desparramada y metida en unas isletas. “…luego trató de hacer una junta y congregación en la boca de este río de las Nazas… y por haber sido la entrada que aquí se hizo, día del sagrado Apóstol Señor San Pedro, se le puso a esta fundación San Pedro de la Laguna Grande…”. Para poder atender las misiones de Parras y de San Pedro, llegaron también los padres Gerónimo de Santiago y para 1603 arribaron los padres Luis de Ahumada, Juan Ruiz de Feria y Gerónimo de Rosales. “Crecieron los pueblos con rancherías… con la solicitud y continuo trabajo de los padres… hicieron iglesias donde con más comodidad se adoctrinaron los ya cristianos y se enseñasen los niños… en buen numero acuden con grande puntualidad todos  los días a la doctrina…” (Ahumada… Puntos de esta misión…).

En el año de 1602, pasó por Parras el Obispo de Guadalajara don Alonso de la Mota y Escobar, en un recorrido por el amplio territorio que correspondía a la Diócesis de la Nueva Galicia; dicho obispo, expidió en el año de 1600, un decreto en el cual negaba a los señores clérigos diocesanos, administrar los Santos sacramentos en los sitios denominados: Guadiana, Sinaloa y Parras y por ende concedió a los jesuitas los beneficios de toda la jurisdicción de Parras y la Laguna. (Contreras… Antecedentes…).

Los Jesuitas como maestros y defensores de los intereses de los naturales, siempre los apoyaron en sus alegatos y pleitos. Con la fundación de Parras el principal afectado fue el capitán Francisco de Urdiñola, quien desde el año de 1594 había establecido casa, viña y bodega en el valle de las Parras; por lo que el pleito con los naturales siempre estuvo a la orden del día, todo ello debido principalmente a la posesión del agua existente en el valle. Urdiñola murió en 1618, pero los pleitos continuaron por medio de su hija Isabel de Urdiñola y Lois y sus descendientes, los marqueses de San Miguel de Aguayo. En 1619, se presentó el primer gran problema en donde estuvo en discusión en el reparto de las aguas del río de Guadalupe (hoy Arroyo de la Hacienda), ese año se presentaron, el gobernador y miembros del cabildo de los naturales de Parras, ante las autoridades de la Nueva Vizcaya, para demandar el despojo de que habían sido objeto por parte del esposo de doña Isabel, Luis de Alcega Ibarguen, respecto al derecho sobre las aguas del valle de las Parras. La resolución de este problema se extendió hasta bien entrado el siglo XVIII.


La actividad de los jesuitas en la región de Parras y la Laguna no era nada apacible; en el año de 1641, las autoridades civiles y religiosas de Guadiana expidieron una resolución con el fin de despojar a los jesuitas de la región de la Laguna y Parras de sus casas, viñas y demás pertenencias. Para defensa de dicha medida, el Padre Provincial Luis de Bonifaz, otorgó poder amplísimo al padre Superior de la Misión, Sebastián de Ytta para que llevase a cabo tal encomienda. Este primer intento de despojo lo llevó a cabo el bachiller Matheo de Barraza, primer cura párroco de Parras, desde enero de 1641; dicho bachiller se vio frenado por las agencias del padre Provincial Francisco de Ybarra. En el año de 1648, el tercer obispo de Durango (Guadiana), Francisco de Evía y Valdés, ordenó a los clérigos diocesanos que hiciesen casas e iglesia en los lugares en que residían los padres jesuitas, para que estos siguieran conservando las suyas. Es posible que con esta medida, se haya iniciado la construcción de la iglesia parroquial de Parras.  (Contreras… Antecedentes…)

En 1650, el padre Matheo de Barraza, logró que los jesuitas de Parras, le rentaran de dicha misión y de la de San Pedro, varias tierras de cultivo, el agua para regarlas, 14 bueyes, 6 rejas, 3 yugos y 3 arados, a cambio de 50 fanegas (sacos) de trigo. Fue hasta enero de 1655, cuando el  padre Rector del Colegio de Durango, y Visitador de los jesuitas entregó al bachiller Joseph Marqués de loa Ríos, suplente del señor cura Juan Soltero Franco, primer cura párroco de San Pedro, los libros de registro de bautismos, casamientos y entierros de las misiones de Parras y San Pedro, por el período de 1603 a 1649. (Contreras… Antecedentes…). De dichos libros en la actualidad (hasta 1990) solo se conservan, los registros a partir de 1606 y allí aparecen como firmantes de los sacramentos administrados, los padres jesuitas: Luis de Ahumada, Gerónimo de Santiago, Tomás Domínguez, Tomás Cepeda, Francisco Calderón, Pedro de la Serna, Juan de Lugo, Martín de Viñuelas, Francisco de Ibarra, Pedro de Cárdenas, Francisco de Cárdenas, Thomas Zapata, Juan de Sanguessa, Pedro de la Serna, Juan Betancour, Thomas Domínguez, Sebastián de Ytta, Diego Larios, y Gaspar de Contreras.(AMMP… Libros…)

Los registros correspondientes a los años anteriores de 1598 a1606, no aparecen, tal vez se hayan perdido para siempre; y es de suponer que los registros de los primeros dos o tres años los realizó el padre Juan Agustín en cuyo poder estaban. El padre Churruca en una de sus obras nos dice que el padre Diego Díaz de Pangua, estuvo en parras entre 1607 y 1608 y que fue el fundador del Colegio de San Ignacio e inició la construcción del templo de dicho colegio.(Churruca… Historia…):


A pesar de estos problemas, la misión evangelizadora de los jesuitas no cesó y prueba de ello es el testimonio del padre Gaspar de Contreras, quien en noviembre de 1651, realizó un viaje misionero al Saltillo, Nueva Tlaxcala y haciendas de doña Isabel de Urdiñola, por más de un mes de duración. Los habitantes españoles e indios de dichos lugares manifestaron su deseo de tener en su comunidad a miembros de la Compañía. Nos menciona el padre Contreras que doña Isabel, en una ocasión y por carta les manifestó que había decidido cambiar su residencia de Bonanza a Parras para en su muerte, estar más cerca de los miembros de la Compañía (doña Isabel murió en el año de 1652). (Misiones… Argena…).

En 1657 el padre jesuita Gaspar de Contreras, entró en pugna directa son el bachiller Juan Soltero Franco (primer cura diocesano de San Pedro), quien se presentó ante el obispo de Durango, Pedro Barrientos Lomelí para pedir se le entregasen, la iglesia, las campanas, los cuadros, los ornamentos y demás alhajas de las misiones de Parras y San Pedro. Esta entrega no se hizo posible sino hasta el año de 1666, cuando el entonces padre provincial Francisco Carboneli, ordenó  que se hiciese la entrega decretada. (Contreras… Antecedentes…)

Aquella pugna por la entrega de las misiones de Parras y la Laguna no fue nada tersa, todavía en el año de 1674, los señores curas diocesanos intentaron evitar que los jesuitas realizaran procesiones y entierros y además trataron de despojarlos de su cementerio. Es muy probable que dicho camposanto estuviese situado en los terrenos aledaños a la iglesia y casa del Colegio de los jesuitas. Ese año hubo un intento por parte del padre rector del Colegio de Durango, Bernabé Francisco Gutiérrez, para que padre Bernabé de Soto (del Colegio de Parras), con todo secreto pasase las alhajas de las iglesias de Parras y San Pedro al colegio de Durango y que las viñas, casas y todos los demás bienes de la casa residencia de Parras, los vendiera, los rentara o las pusiese en manos de un mayordomo asalariado. Esta orden no se llevó a cabo por haber aminorado las presiones por parte de las autoridades eclesiásticas de Durango para tratar de agenciarse todos los bienes de los jesuitas.  (Contreras… Antecedentes…)

“Entregaron los jesuitas veintidós pueblos, que poco tiempo después quedaron abandonados por completo. Si se hizo una obstinada guerra por las autoridades civiles durante largos años y por ella el provincial pidió retirarse de los pueblos que habían fundado en la Nueva Vizcaya, con el fin de que predicasen el evangelio a otras naciones más gentiles, fue a que sostuvieron las causas de los oprimidos. Ya que entre estos habían adquirido una poderosa influencia, contraria a la política del gobierno temporal.” (Hernández… Durango…).

El principal acontecimiento causado por aquel abandono fue el despueble de la misión de San Pedro que había nacido a la par de la de Parras. Fue en agosto de 1683, cuando se recibió la orden del alcalde Mayor de Parras y San Pedro Rodrigo García, para que los indios laguneros, habitantes y estantes en el pueblo de San Pedro, se retiraran a las goteras de Parras, con todo y familias, ante el acoso de los indios tobosos que estando en paz, se habían retirado de la doctrina de San Pedro, ante el abuso en su contra de algunos españoles, excesos que  antes no eran permitidos por los jesuitas. (Contreras… Antecedentes…).  Sigue…




 
Fuentes

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